Hace unos días, saqué a pasear al podenco con uno de mis hermanos. Bueno, no es un podenco, podenco. Es un podenco mezclado con pitbull, aunque te lo digo a ojo. Ares, como se llama el susodicho, pasea con correa larga muchas veces y, en montaña, también va suelto a menudo. Mi hermano me señaló que le sorprendía que tratase de forma tan distinta a este perro de otros que había visto en casa, y de eso va a ir este artículo.
Los peces nadan, los pájaros vuelan, y el podenco persigue cosas…
Cuando he tenido que establecer las pautas educativas de otros animales con los que he convivido, poco han tenido que ver con las de este. En el caso de Ares, su genética, sus instintos, se mueven en direcciones muy distintas a las de un pastor alemán o un mastín. De ahí, que él pasee algunos días con correa y otros sin, que hayamos trabajado mucho una llamada y que lleve GPS en el collar. ¿Por qué? Porque puedes trabajar una obediencia perfecta, puedes establecer rutinas de juego para saciar parte de los instintos, pero si se cruza con cuatro jabalíes, un podenco es un podenco, un pitbull es un pitbull, y, en este caso, he comprobado que la mezcla es un cóctel explosivo.

Representación gráfica de la vida con perros. Dos perros se pelean por una cama y coge uno y se la sube encima de un trasportín.
A todo lo anterior, yo lo llamo asumir su naturaleza. Y asumir la naturaleza de un galgo, de un podenco, de un pitbull o de un mastín, no es sinónimo de no establecer límites, educar o pautar la convivencia, sino de entender que esas pautas deben personalizarse. Una lección que considero que debemos aplicar a cualquier tipo de crianza y, si me apuras, a nuestros modelos de vida. No podemos educar a dos perros igual, porque no podemos educar a dos niños igual y, por la misma razón, no tiene sentido acoger (porque sí) los modelos de vida de nuestros padres o abuelos, o centrarnos en cómo viven y qué proyectos vitales tiran para adelante los compañeros de promoción del colegio.
Asumir, personalizar, adaptarse
Quizá estiro mucho el chicle, pero creo que, si me quedo con algo para terminar este 2022, es que no hay recetas mágicas, que la diferencia es riqueza —de muchos tipos— y que adaptarse es parte fundamental para seguir evolucionando, ya sea en la relación con tu perro, con tus hijos o con tus logros profesionales. Si alguna vez te encuentras metido en una rueda de hámster —y creo que nos pasa a todos, y muchas veces a lo largo de la vida—, a lo mejor estos tres puntos te ayudan a pegarle un patadón, echarte a un lado y observar desde otro punto de vista. Diría que ahí duerme una de las claves, pero no la única, claro. No iba a ser todo tan sencillo…
Felices fiestas.